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Qué es el dolor | El dolor crónico y su tratamiento psicológico

¿Cómo es posible que un faquir sea capaz de permanecer plácidamente sobre una cama de clavos sin padecer dolor mientras un diente, ínfimamente agujereado, puede arruinarnos todo un día?

¿Definición de dolor?

El dolor es una emoción y, por tanto, una sensación molesta que dificulta la capacidad de las personas para desempeñar sus actividades diarias, que si no se trata puede convertirse en dolor crónico.

Variables que influyen

En el dolor influyen múltiples variables.

– La cultura: las dolencias se gestionan mejor cuando se vive desde una motivación cultural, dándole un sentido, un por qué o finalidad, caso de muchas tradiciones o procesiones religiosas como por ejemplo “los picaos” de San Vicente de La Sonsierra en La Rioja. Los penitentes tienen una gran fe que les lleva a autoflagelarse y, se sabe, que sus ampollas sanan rápidamente.

– La experiencia previa. Conocer, en qué momento se va a producir, en qué medida o intensidad y cuánto tiempo durará permite prepararse mentalmente para ello y afrontarlo mejor, siempre y cuando sea algo razonable. Esta sería, por ejemplo, la situación de los electricistas que son capaces de soportar los calambrazos mientras trabajan manipulando cables.

– El momento en que nos hagamos daño e incluso la compañía que tengamos. Sería el caso de un niño que, a buen seguro, le duele más si se cae cuando está sólo que si ocurre en presencia de sus padres. La oportunidad de compartirlo con alguien que ha visto lo ocurrido y ofrece un gesto de apoyo o cariño produce una sensación de relajación inmediata e irá paliándolo.

– La cronicidad: Las últimas investigaciones ponen en evidencia que no se vive de igual manera una dolencia puntual que un dolor crónico. No se activan los mismos mecanismos en un caso que en otro. Las características personales, en concreto, ser más o menos optimista también influyen a la hora de convivir con un dolor crónico.

El estado de ánimo es otra variable de peso. De esta manera, la felicidad de la futura mamá, puede relativizar bastante los dolores del parto. Incluso, el dolor puede formar parte de una experiencia agradable y alegre.

dolor

¿Por qué sentimos dolor?

El dolor es el “perro guardián” de nuestra salud. Aparece en forma de alarma siempre que el organismo se ve amenazado por un peligro interno (molestia que nos avisa de un ataque de apendicitis) o externo (pincharnos con una aguja) y nos obliga a tomar medidas inmediatas para combatirlo.

Es imprescindible para la supervivencia. Asegura nuestra integridad física y se ocupa de vigilar todo el organismo. Los estímulos dolorosos se van grabando a lo largo de nuestras vidas en la memoria del dolor. Sería muy peligroso para la supervivencia no sentirlo, porque no nos avisaría de que algo va mal y no podríamos poner remedio. De hecho, algunas personas no pueden percibir dolor debido a una enfermedad congénita. Tienen que aprender a detectar peligros. Muchos de ellos mueren porque no supieron percibir una taquicardia o una inflamación, por ejemplo.

¿Dónde se origina? Identificación del dolor

Los sensores del dolor se extienden a lo largo de todo el cuerpo, en forma de fibras nociceptivas. Esas fibras penetran en la médula espinal y llegan al tálamo. Desde allí se activan diferentes zonas de la corteza cerebral, que a su vez hace consciente el dolor. La sensación de dolor nace en la zona afectada y llega al cerebro, por eso, tenemos conciencia del mismo y de este modo, sabemos en qué zona duele, cómo y con qué intensidad. Así se explica, el dolor de los “miembros fantasma”, es decir, las personas siguen notando la parte del miembro amputado igual que cuando formaba parte de su cuerpo.

La anestesia disminuye la conciencia del dolor. Durante la anestesia se bloquean las áreas corticales y aunque el sistema nervioso continúa enviando impulsos dolorosos, el cerebro no atiende dichos impulsos dolorosos y no es capaz de transformar esa información en dolor. De este modo, no hay conciencia de los mensajes dolorosos, por eso no sentimos dolor. Cuando se bloquea la conciencia del dolor, desaparece el dolor.

Qué es el dolor crónico

A diferencia del común, suele tener una duración mayor incluso llegando a durar años.

El crónico puede ser provocado por una lesión o infección o por una causa continua como puede ser el cáncer o la artritis.

Hay que tener en cuenta que los factores ambientales y psicológicos pueden empeorarlo y no siempre es curable, pero los tratamientos pueden ayudar.

Como reducir el dolor crónico

La experiencia del dolor no sólo se puede controlar con medicamentos sino, también, de forma consciente y voluntaria. Es decir, podemos entrenar nuestro pensamiento para reducirlo. El faquir que nombrábamos al principio del artículo ha aprendido a controlar la duración e intensidad del mismo. Su sistema nervioso envía mensajes de dolor normalmente, pero él ha aprendido a tolerarlos. Gracias a ejercicios de concentración, ha aprendido a reducirlo. Sin embargo, el faquir sólo lo disminuye mientras está concentrado. De hecho, si alguien le pinchara en un momento en que estuviera despistado, le dolería mucho.

Terapia psicológica para el dolor crónico

Está demostrada científicamente la eficacia de la Psicoterapia en el tratamiento del dolor. Es conveniente, para incrementar la calidad de vida del paciente, complementar los tratamientos médicos con Psicoterapia. Los psicólogos especialistas pueden ayudar a las personas a convivir con el dolor, enseñarles a aceptar mejor su situación, asumir su realidad tal y como es. Dotarlas de recursos psicológicos y técnicas para aumentar la tolerancia al dolor o la frustración, por ejemplo y enseñarles a autoaplicarlas. Entrenarles en relajación, meditación, respiración, técnicas de distracción del dolor y redirección de la atención, manejo de los pensamientos derrotistas, control de las emociones negativas, el trabajo en la imaginación, hipnosis y un largo etc.

Que puedo hacer para controlarlo

Nuestra mente tiene un papel muy importante en la percepción de la sensación del dolor. Ciertas personas, son incapaces de convivir con él, afectando éste a su calidad de vida y su salud mental.

A continuación, proporcionamos algunos consejos para intentar controlarlo a través del pensamiento y ciertos comportamientos.

Actitud positiva.

El dolor crónico probablemente limite algunas de las cosas que podía hacer antes, pero no tienen por qué controlar su vida. Una manera de impedirlo es centrar su vida en torno al bienestar, y no en torno a la enfermedad. Esto se consigue:

  • Teniendo sentido del humor, pensamientos positivos y dedicando tiempo a actividades gratificantes.
  • Haciendo ejercicio habitualmente, siempre dentro de los límites que le permita la patología y bajo supervisión médica.
  • Comiendo sano y manteniendo un estilo de vida saludable
  • Disfrutando de una buena compañía y rodeándose de familia y amigos.
  • Practicando técnicas de relajación como la respiración o la relajación muscular.

No centrar la atención únicamente en el dolor

El tiempo que dedica a pensar en el dolor está directamente relacionado a la incomodidad que siente. Está comprobado que las personas que prestan atención continuada al dolor, lo sienten con más intensidad y frecuencia que aquellas que no lo hacen. Una manera de alejar su mente del dolor es mantenerse activo y distraerse.

Distraernos

Cuanto más se ocupe en otra actividad, menos consciente será de su dolencia.

Mantenga el autocuidado

Usted sabe que hay actividades que le ayudan a sentirse mejor. No caiga en la inactividad y respete su autocuidado a pesar del esfuerzo que pueda suponer. Por ejemplo, usted puede volver a su casa del trabajo y pensar, “No tengo ganas de hacer ejercicio hoy. Hace mal tiempo, no quiero salir sólo”… Lo que le llevará a no hacer ejercicio. O por el contrario, puede cambiar el discurso y decirse a sí mismo “Hoy no tengo ganas de hacer ejercicio, pero sé que después me voy a encontrar mejor y me será más fácil dormir”.

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